domingo, 21 de agosto de 2011

Nuevas cartografías: Inteligencia Sociocultural y perspectivas de especialización


“Durante el tiempo que estuvo en Oriente Próximo, Marek Gumienny había tenido mucho trato con los británicos y, a diferencia de algunos de sus compatriotas [estadounidenses], que durante tres años habían intentado hacer frente al infierno de Irak, él no estaba demasiado orgulloso de admitir que los aliados más cercanos de la CIA en lo que Kipling llamó una vez “el Gran Juego”, eran los depositarios de un gran y misterioso conocimiento de los desiertos entre el Jordán y el Hindu Kush. Durante siglo y medio, tanto en calidad de soldados como de administradores del viejo Imperio o exploradores excéntricos, los británicos habían recorrido el desierto, las cadenas montañosas y los más recónditos lugares de la zona que había acabado por convertirse en la bomba de relojería mundial de los servicios de inteligencia”.


Frederick Forsyth, El afgano, Barcelona, Random House, 2006, p. 52


El conocimiento exhaustivo de las características tanto geográficas como sociales, políticas, demográficas y culturales de un territorio fue considerado durante siglos una necesidad consustancial a la planificación y desarrollo de cualquier acción que implicase proyección de efectivos hacia el exterior. El registro documental de todo ello quedó plasmado en miles de mapas y representaciones del espacio geográfico que se iba descubriendo y conociendo con mayor precisión a medida que la exploración moderna y contemporánea avanzada inexorablemente. La “inteligencia del territorio” (magnífico título y no menos espléndido libro centrado en la brillante aportación de Monsieur De Vauban en pleno apogeo francés, siglo XVII) hizo de la cartografía un elemento determinante, una fuente de información imprescindible para plasmar en una representación bidimensional las complejidades de zonas ignotas o extensiones que cambiaban de titularidad al amparo de guerras, tratados y suertes diplomáticas.


 
Plano de Cartagena y su arsenal, 1799. Archivo General Militar de Madrid. Reproducción cortesía de mde.es


Pero fue necesaria otra cartografía, la de los valores, los sentimientos de cohesión nacional, las mentalidades y las afinidades o diferencias lingüísticas, etc., para detallar la realidad que definía un estado, un territorio, los contornos sociales de un país, fuese amigo, enemigo, adversario o potencial aliado: en suma, la llamada geografía humana y sociocultural.

Es la cultura y las manifestaciones culturales "un conjunto de creencias, ritos y acuerdos sobre el mundo". La cultura [...] "con su entramado de normas, modelos y expectativas, guía, explica y regula, al tiempo que configura y determina el carácter de la comunidad. Cuando más útil y armoniosa es una cultura para sus miembros, menos conscientes son de la influencia que se ejerce sobre ellos". Pero la cultura se puede analizar también como factor "polemológico", tal y como ha expresado recientemente Federico Aznar al considerar que: 

"Etnia, lengua, religión y cultura son etiquetas, elementos de definición identitaria al tiempo que planos de conflicto, pues fomentan la polarización promoviendo el alineamiento de la población de modo dicotómico y excluyente, según la lógica de la clasificación dentro-fuera" (Federico Aznar Fernández-Montesinos, "La cultura como factor polemológico", Ejército, 837 (2010), pp. 96-103)

Qué duda cabe que la observación y la exploración del territorio siguen siendo factores fundamentales en cualquier operación llevada a cabo en un escenario internacional: bien sean misiones de paz, despliegue de cooperantes vinculados a una ONG o cualquier otra realidad que obligue a conocer con precisión y detalle un territorio ajeno. 


Por otra parte, los SIG (Sistemas de información geográfica), las plataformas de observación terrestre y la moderna cartografía digital han dado un paso de gigante en los últimos 25 años, propiciando una acumulación de información fiable y exhaustiva que tiende un puente imperecedero entre el siglo XXI y los grandes nombres de la historia de la cartografía universal.

Tal vez sean los “Manuales de área” los tipos documentales más perfilados de todo lo que venimos diciendo, ejemplos de una necesaria síntesis que ofrezca a los hombres sobre el terreno las particularidades y circunstancias más sobresalientes de un entorno en el que no sólo hay fronteras y accidentes geográficos sino complejidades socioculturales de obligado conocimiento.


En mi mesa de trabajo, consultando tratados de cartografía de hace tres siglos

Se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que la imperiosa necesidad de conocer el entorno, las condiciones geográficas, sociales, económicas, religiosas, sus costumbres, fuerzas y debilidades configuraron la necesaria visión completa del “otro lado de la colina”, (Wellington dixit) desde la más temprana Antigüedad hasta nuestros días. Se trataría, por tanto, en expresión certera del tratadista militar italiano Cinuzzi Sanese (1620) de tener “por escrito y en pintura”, en una especie de primitiva integración de la información textual y la gráfica, el conjunto del espacio observado, con todas sus particularidades, accidentes y características:

“El general debe tener en primer lugar, particularmente en escrito y en pintura y en diseño el país, los lugares, las ciudades, los montes, las colinas, los ríos y los pantanos donde se combate; conviene saber en todo y por todo la naturaleza, la cantidad y la calidad de ellos y en particular si es una campaña abierta, larga, rasa o estrecha o montañosa;  y qué distancia hay de un lugar a otro. Además, debe tener siempre buenos conocedores y especialmente aquellos del país propio […] pero esto de andar el general viendo y reconociendo primero cada cosa por sus propios ojos y presencialmente, lo debe hacer pudiéndolo hacer seguramente o al menos sin su pérdida manifiesta”. Cinuzzi Sanese, Della Disciplina militare antica e moderna del capitano imperiale, Siena, Bonetti, 1620, p. 180.

Un siglo y medio después, unos interesantísimos Elementos o máximas para la guerra, escritas en alemán por el Conde de Kewenhüller, feld mariscal general al servicio de Alemania traducidas al francés, volvían sobre el mismo argumento con renovadas reflexiones. He consultado la edición de Madrid, Imprenta Real, 1793, y de ella extraigo estos certeros párrafos:

“Procuráos un exacto conocimiento del país en que se ha de hacer la guerra por medio de la corografía, la topografía y la hidrografía, para saber cuáles son las producciones de aquel suelo, cuáles las costumbres, el carácter y las inclinaciones particulares de sus habitantes; qué fuerzas pueden ser las del enemigo, con qué frente puede marchar y desplegar sobre vuestro exército y finalmente sobre qué recursos podéis contar, atendiendo a los socorros que se os pueden subministrar, tanto en tropas como en dinero […] Por lo demás, procurad adquirir un perfecto conocimiento del país, del terreno y del lugar que queréis sorprender, tomando cuantas noticias pueden tener relación a vuestro objeto. Dirigid la marcha con el mayor secreto y circunspección haciendo lo posible por llegar al enemigo, cogiéndole por la espalda o por el costado, sin omitir nada para no ser descubierto; para lo cual le cortaréis y detendréis todas sus patrullas y grandes guardias, a fin de que de ningún modo pueda tener aviso y no pueda juntar sus tropas”.

Traigo a colación estos ejemplos y palabras introductorias por lo siguiente. Durante el año 2011 he sido invitado a impartir varias conferencias en diferentes ciudades y foros. En todos los casos el tema central de mi intervención fue el papel de la inteligencia en ámbitos relacionados con la seguridad y la defensa, aunque con perspectivas dispares pero complementarias. Recuerdo que en el transcurso del Seminario titulado “Los servicios de inteligencia en el Estado de Derecho” (Universidad de Valencia, 9-10 mayo 2011), dirigido por el profesor José Luis González Cussac, abordé un tema al que he dedicado recientemente algún trabajo específico. De hecho, en breve se publicará el volumen colectivo que el profesor Daniel Sansó ha coordinado desde el Seminario de Estudios de Seguridad y Defensa (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional) junto a la Universidad de Santiago de Compostela. En este libro colectivo se recogen las intervenciones que los ponentes aportamos al 2º Seminario Internacional que bajo el título “Inteligencia: Seguridad y Defensa", nos congregó en Santiago de Compostela del 9 al 10 de marzo de 2010). Tanto en este trabajo escrito como en la intervención desarrollada en la Universidad de Valencia me propuse abordar los fundamentos y las enormes posibilidades de desarrollo inmediato de la denominada Inteligencia Sociocultural (Socint).

  
Según rezaba el pie de foto aparecido en Mundo Gráfico: “El capitán Valero de Bernabé, autor de un interesante libro de costumbres marroquíes, conversando con Abd-el-Kader, antiguo miembro de la harka que peleó contra nosotros en 1909 para adquirir detalles de aquellos combates, vistos desde el campo del enemigo, con los que el ilustrado militar está formando un completo estudio de aquella campaña”.




Casi cien años después, las tropas españolas en Afganistán interactúan con la población local. Su conocimiento y especial capacidad para comprender las diferencias socioculturales les hacen merecedores de un respeto internacional en materia SOCINT. En esta ocasión, la imagen procede del Ministerio de Defensa, y más concretamente de la Revista Española de Defensa, si bien no he podido identificar con preciso detalle los datos bibliográficos de publicación.









Al mismo tiempo, como he expresado en varios mensajes enviados a mi cuenta de Twitter (@DiegoNavarroB) he seguido insistiendo en la materia, reforzando por tanto el interés que, a mi juicio, tiene y va a seguir teniendo cada vez más, esta división dentro de las especializaciones en inteligencia. Considero que la denominada Inteligencia Sociocultural es un ámbito de profunda capacidad de sinergia e integración de expertos. No sólo los tradicionales lingüistas, geógrafos, antropólogos, psicólogos, economistas, demógrafos y arqueólogos. Sino también genealogistas, etnógrafos, psicólogos cognitivos y expertos en información, comunicación y documentación. Porque, ¿qué es Inteligencia Sociocultural? y, sobre todo, ¿qué posibilidades existen de aprovechamiento de las capacidades de los analistas de inteligencia que proceden de titulaciones denominadas “humanísticas”?

“Inteligencia sociocultural es la habilidad para reconocer creencias compartidas, valores, actitudes y comportamientos de un grupo de personas y, lo más importante, a aplicar de manera efectiva ese conocimiento a un objetivo específico o conjunto de objetivos. Es una resultante de la integración de numerosas dimensiones humanas para facilitar el éxito de líderes, dentro de un dominio internacional de naciones amigas/enemigas. La historia está repleta de ejemplos de cómo la inteligencia sociocultural ha sido aplicada con éxito o fracaso en la conducción de la guerra y la construcción de la paz”. Karen D. Davis (ed.), (2009): Cultural Intelligence and Leadership: an introduction for Canadian Forces Leaders, Kingston (Ontario), Canadian Defence Academy Press, p. IX.


Este párrafo, entresacado de la fundamental obra de Karen D. Davis se suma a la notable corriente doctrinal que en materia de Inteligencia Sociocultural están desarrollando las Fuerzas Armadas Canadienses. Trabajos de enorme interés como los firmados por Emily Spencer y Tony Balasevicius, “Crucible of Success: cultural intelligence and the modern battlespace”, Canadian Military Journal, 9: 3 (2009), pp. 40-48, avalan esta especialización canadiense en la materia de que nos ocupa.

Considero que el analista de Inteligencia está llamado, por su particular formación y capacitación profesional, a integrarse profundamente en esta concepción holística de capacidades, fuentes y métodos, en un entorno tan transversal y tan necesitado de enfoques complementarios como es la inteligencia sociocultural.

Durante siglos, la competencia avanzada en lenguas denominadas minoritarias o de focalización geográfica restringida había sido caldo de cultivo para que los políglotas y expertos en lingüística colaborasen ocasionalmente o formasen parte de misiones de inteligencia de manera permanente. Podría citarse aquí el que considero mejor exponente de todo ello, el  legendario capitán Richard Francis Burton (brillante biografía la de Edward Rice en Siruela) paradigma del erudito aventurero en el imperio colonial británico (1821-1890), el mismo “coleccionista de mundos” tal y como noveló Ilija Trojanow o, bajo otro ropaje, el Strickland de Kipling. Pero no es preciso retrotraerse tanto en el tiempo. De hecho, los intérpretes que acompañan a las fuerzas desplegadas en el exterior cumplen una labor esencial y que retrata perfectamente la enorme preparación no sólo lingüística sino socio cultural de estos profesionales. He leído recientemente un interesante retrato de uno de ellos y recomiendo la entrevista realizada a Kevin Amjadi, (padre iraní, madre norteamericana) intérprete de las tropas españolas de la FSB (Base de apoyo avanzado) en Herat, Afganistán. Nacionalizado español, domina el inglés, el español, italiano y dari y puntualiza con acierto:


"No somos traductores, sino intérpretes [...] implica que no sólo nos limitamos a traducir los documentos que se nos entregan para su transcripción a dari, inglés o español, sino que, además, tenemos la obligación de conocer profundamente las costumbres del país, de sus diferentes tribus, religiones y dialectos [...] Un buen intérprete debe entender y hacer entender, y también ha de saber evitar los momentos de tensión" ("Somos el oído y la voz de los militares españoles", Revista Española de Defensa, 24: 271 (marzo 2011), pp. 42-43.


La llamada Cultural Awareness (hay un buen enlace aquí con numerosos recursos de información aportados por el  U.S. Command and General Staff College) ha sido el concepto utilizado para reconocer las necesidades de información que definían una cultura en un territorio. España ha acumulado a lo largo de los últimos 25 años una experiencia sobresaliente en esta materia como consecuencia de su dilatada presencia internacional en misiones en el extranjero, haciéndose merecedora de elogios internacionales por su enorme capacidad de integración y comprensión intercultural. Es también el viejo paradigma en torno a los “corazones y mentes” en la lucha contrainsurgente, tal y como ha vuelto a señalar recientemente Isabelle Duyvesteyn en Intelligence and National Security (26: 4, 2011): un concepto clásico que sigue despertando interés pero también crítica.

Paralelamente, las tareas desempeñadas por equipos de arqueólogos, científicos y antropólogos ofrecieron habituales e inmejorables coberturas con las que poder afrontar misiones de observación, exploración e inteligencia de las condiciones de un contexto socio-político y geo-estratégico. Se trataba de hacer de la información y del knowing the country o el colonial knowledge una herramienta determinante en las políticas expansionistas de imperios como el británico, que desarrollaron una necesaria “inteligencia cultural” por razones obvias. Recomiendo a este respecto el brillante y muy estimulante trabajo de Priya Satia (Spies in Arabia..., 2008) centrado en la conocida tradición británica de arqueólogos y científicos que mantuvieron estrechos contactos con las secciones de inteligencia de las fuerzas expedicionarias por todo el mundo, especialmente en Oriente Medio.

Es, en gran medida, lo que Kerry Patton subraya en su capítulo “Intelligence Analysis for Sociocultural Intelligence” al distinguir claramente entre “visualización” y “comprensión” de la situación, especialmente en un entorno de guerra asimétrica y de guerrilla urbana:

"Hoy en día, los analistas de inteligencia se les enseña y forma a identificar objetivos individualizados de interés. Aprenden por tanto a integrar inputs en objetivos dentro de plataformas tecnológicas, que se unirán a otros objetivos, creando una red de targets u objetivos. Al final, los datos formulan una imagen de comprensión de una realidad. Sin embargo, la más auténtica dimensión del análisis humano de inteligencia significa que una persona no sólo puede y debe visualizar sino, lo más relevante, comprender la situación”. Kerry Patton, Sociocultural Intelligence: A New Discipline in Intelligence Studies, London, N. York, Continuum, 2010, p. 152.

En última instancia, resulta sumamente interesante abordar la pertinencia de la SOCINT desde un enfoque de la teoría de sistemas en la que la comprensión de las redes y las interrelaciones entre nodos de esa red resulta ser simplemente un elemento crítico en cualquier entorno geopolítico. En todo caso, como digo, la incorporación de analistas de inteligencia que atesoran una formación de origen en disciplinas humanísticas ofrece una ventaja que va a jugar un papel determinante en muchos ámbitos de actividad (no sólo el militar), en el que la defensa de los intereses nacionales se diriman en un contexto internacional. En suma, todo un reto para abordar con un mayor grado de detalle las características del analista sociocultural y las perspectivas de inserción laboral de un perfil altamente especializado.

 Diego NavarroB.
 

1 comentario:

  1. ¡¡ ENHORABUENA POR EL BLOG Y SUERTE EN LA AVENTURA !!

    Al hilo de lo que escribes sobre los intérpretes y su relación con la inteligencia cultural, el maestro John le Carré consiguió un buen retrato de su labor y del perfil exigido en La canción de los misioneros. Novela muy recomendable.

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