martes, 9 de agosto de 2011

Dos horas con espías de otra época


El caso Farewell 
Dir. Christian Carion

…Me casé con un ingeniero, no con 007…

El período estival, pese a su tradicional apariencia anodina, puede ser una caja de sorpresas en muchos sentidos. En materia cinematográfica también. De hecho, es un buen momento para descubrir pequeñas joyas o grandes tesoros en pantalla. En unos meses en que las playas se llenan a un ritmo directamente proporcional a como se vacían las salas de cine, los habituales productos de entretenimiento y consumo masivo conviven, afortunadamente, con interesantes propuestas que pasan a veces desapercibidas. Éstas no suelen durar más de una semana en cartelera. A pesar de esta urgencia por quitarse de en medio títulos y dejar vía libre al siguiente, sólo se trata de estar atento para no perder la oportunidad. Ayer lunes fue una de esas ocasiones en que la previsión no ha defraudado. Lejos de ello, la película que aquí comento ha llenado perfectamente dos horas de tarde de agosto con buen y emocionante cine de espías: a la vieja usanza y con los moldes del género clásico tamizados por una interesante dirección europea.
Afortunadamente, el viejo pero elegante cine Elíseos ha sido esta vez el recinto apropiado para disfrutar de una meritoria película. Fuimos cinco (sic) las personas que ocupamos los butacones de su majestuosa sala Art Déco. Sin problema de espacio y con el lujo que supone disfrutar de un cine casi para ti solo, también pudimos comprobar satisfechos que este cine sigue resistiendo, pese a sus casi 100 años, los embates de la salvaje concentración de las salas de cine en soluciones habitacionales para el entretenimiento. Es uno de los dos o tres cines todavía singulares, supervivientes legendarios que conservan perfectamente su personalidad (y su dignidad) en mi ciudad. De hondas evocaciones personales (no en vano aquí se situó durante años la Filmoteca), recuerdo haber visto en su pantalla películas ancladas en mi memoria cinematográfica para siempre. Creo, por tanto, que inaugurar este blog personal una tarde de agosto, con mis comentarios sobre una película entretenida, bien resuelta y evocadora de una época clásica “de espías” no tan alejada de nuestros días, es una ocasión tan perfecta como cualquier otra




17.00 horas, tarde tranquila de agosto.., y de espías en pantalla






En esencia, el Caso Farewell reconstruye para la pantalla los hechos en torno al coronel del KGB Vladimir Vetrov (Sergei Grigoriev en la película), quien decidió suministrar una gran cantidad de información secreta a Occidente propiciando un éxito incontestable frente al bloque comunista. Pero conviene situar el contexto de este ejercicio retrospectivo. Estamos a comienzos de la década de los años 80; la tensión del mundo bipolar alcanza cotas extraordinarias; Reagan lleva varios años en la Casa Blanca, la Guerra Fría entre comunismo y capitalismo se mantiene en virtud de la estrategia de la disuasión y el mundo asiste a un inquietante reparto de áreas de influencia en los cinco continentes. El presidente francés Mitterrand, aliado de Estados Unidos, decide dar entrada en su gabinete a varios ministros comunistas. Ante ello o, mejor dicho, por detrás, se mueve un mundo paralelo y opaco: el de la lucha que enfrenta a los servicios de inteligencia, representados de forma absoluta por la CIA frente al KGB. Ésta, consciente de la desventaja científico-tecnológica viene desarrollando una vastísima operación de espionaje industrial internacional: tecnología, suministros informáticos, avances electrónicos…, todo es sistemáticamente buscado por los espías soviéticos. Todo y en todos los rincones del mundo.
En Moscú, mientras desempeña su trabajo como ingeniero vinculado a la embajada francesa, Pierre entra en contacto con un misterioso informador soviético. Paulatinamente, sin conocer realmente las motivaciones de esta imprevista fuente, irá trabando contacto más frecuente, obteniendo una información calificada de primer nivel por el Director de la DST francesa. El suministro de información secreta a los franceses se irá complicando al intervenir la CIA, también beneficiaria en última instancia de la valiosísima fuente.
Uno de los méritos de la película es que en ningún momento se abandona la dimensión personal de todos los protagonistas: el papel de las respectivas familias de todos ellos (especialmente el hijo de Grigoriev)  y sus tribulaciones cotidianas contribuyen a matizar con rigor el perfil humano de la película. Buzones, encuentros clandestinos, angustia, temor continuo durante toda la película (tensión garantizada hasta el último momento, especialmente en la escena de la huida en automóvil hasta la frontera finlandesa), adornan esta película.
El caso Farewell es, en este sentido, otra meritoria contribución cinematográfica al concepto central del engaño como forma de vida pero inevitable en materia de espionaje. Sombras, dobles y triples niveles, ingenuidades violadas, traiciones en el seno de la familia ofrecen la cara humana de los peligros de una actividad de riesgo en una época especialmente crítica, situada en los albores de la Caída del Comunismo. Como anécdota (en fin, uno es quien es y como es) no hay que perderse detalle en la breve pero intensa escena pasional en el archivo de la KGB, de cuyos oscuros y repletos estantes extrae el coronel Grigoriev buena parte de la información secreta.
Es muy destacable (y así ha sido celebrado por la crítica internacional) la presencia del cineasta Emir Kusturica como protagonista principal. También sobresalen los papeles femeninos y un Guillaume Canet en la piel del asustado ingeniero francés a quien, por cierto, hemos podido ver recientemente también haciendo de inevitable francés en la estupenda Sólo una noche. La breve pero siempre potente presencia de Willem Dafoe como William Casey, director de la CIA con Reagan contribuye asimismo a no desmerecer en absoluto el resultado final.

Considero que El caso Farewell participa de una notable corriente de reivindicación del género de espías que durante los últimos diez años ha ofrecido interesantes revisiones. Unas veces han sido meritorias como el sutil Ang Lee y su particular visión del inevitable factor humano en una historia de infiltrados en Deseo, Peligro (2007). Otra, evocadora de un tiempo coetáneo a la historia narrada aquí es El Espía (The Breach, 2007): el mayor agujero sufrido por la seguridad nacional de Estados Unidos en los 80 con el topo del FBI Robert Hanssen. Alguna, simultaneando el revuelo generado en su momento por la controvertida historia de la CIA (Tim Weiner, Legado de cenizas, 2008), profundizó en los orígenes de la Agencia, ofreciendo una interesantísima reconstrucción en El buen pastor (2006). La lista sería más extensa e incluiría aquella olvidada Agentes Secretos, también estrenada un verano de 2006 y mantenida apenas una semana en cartel: otro verano de espías!!
En todo caso, para no extenderme, recomiendo la consulta de títulos de libros sobre cine centrado en  la actividad de los servicios de inteligencia: sus misiones, historia, acciones y protagonistas (Luis Miguel Carmona, Cine de espías: las 100 mejores películas del género, Madrid, Capitel, 2006) y números especiales de publicaciones como Dirigido por (julio-agosto-octubre 2007), algo que refuerza el interés por este asunto. Todo ello sin perder de vista las contribuciones que desde el mundo científico y los estudios en inteligencia han reservado al topic en cuestión: (John D. Stempel y Robert W. Pringle Jr.: “Intelligence and the Cinema”, International Journal of Intelligence and Counter Intelligence, 15: 1(2002)
 
En materia de espionaje, especialmente al estudiar a los agentes dobles, siempre se han analizado las motivaciones que explican el porqué de una actividad que conduce a un individuo a traicionar a su país mediante la revelación de secretos a una potencia extranjera. Sexo, poder, admiración, dinero, amenazas, venganza han sido las respuestas tradicionales. Sin embargo, en esta película, el coronel Grigoriev no responde a estos perfiles. Más bien se sitúa en el exiguo número de informadores que decidieron ofrecer sus servicios por idealismo. No sé si en la historia real Grigoriev pensó ciertamente, tal y como se muestra en la pantalla, que estaba contribuyendo de manera determinante al cambio: a la Perestroika inevitable, entendida como comienzo del fin y desmantelamiento del régimen comunista, apenas esbozada en pantalla por la fugaz aparición de un atribulado Gorbachov.
Tal vez esta película, frente al empuje de otros temas que llegan más rápidamente al corazón y la mente de los espectadores en estas épocas engrose el número de títulos caídos en acción, sepultados por un aparente desinterés por los asuntos de espionaje, relaciones internacionales o intrigas políticas trasladados a la pantalla en una apacible tarde de agosto.
Aunque..., pensándolo bien, ¿cuándo han dejado de interesar y causar fascinación las historias de espías?
DiegoNavarroB.
 

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