miércoles, 10 de agosto de 2011

BlackBerry, BlackWatch, Black Fog: Guerrillas urbanas o el triunfo de la comunicación (once again)


Negro: el color del poder, de la violencia y de la muerte. El color favorito de los diseñadores y de la juventud. El color de la negación y de la elegancia.  ¿Es el negro propiamente un color?”

Eva Heller, Psicología del color: cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón,  
Barcelona, Gustavo Gili, 2004, p. 125



En Londres, las calles del centro y la periferia han sido eficaz conducto y caja de resonancia por los que rápidamente se ha propagado el humo negro de la revuelta originada en los barrios conflictivos, Tottenham y Hackney principalmente. Aunque muy violenta, esta realidad no es un fenómeno nuevo. Cada poco tiempo se repiten cíclicamente acciones de esta naturaleza en las principales ciudades europeas. Y no es preciso que se celebre una cumbre internacional que actúe de reclamo o catalizador de la ira o que la agenda de los movimientos antisistema y antiglobalización se sincronice con la del G-20, el G-8 o el G-N. Lo fue Génova en julio de 2001, en un dramático episodio de lucha feroz con los carabinieri que arrojó el resultado de la muerte de Carlo Giuliani, joven activista antiglobalización. Y también lo fue París en 2005 cuando cada noche ardía una media de diez automóviles en los disturbios de la banlieue.
Esta vez la violencia ha golpeado a la capital británica. Y de allí el foco se ha extendido a ciudades como Birmingham, Bristol, Manchester y Liverpool. ¿El casus belli? La muerte por disparos del joven Mark Duggan. Vendrán ahora, como es lógico, los análisis, la explicación de las causas, la motivación de los grupos que protagonizan los pillajes, su composición, edades y origen tanto social como profesional. La falta de oportunidades laborales y perspectivas de futuro (No future, vomitaban los geniales –y británicos- Sex Pistols), la permisividad durante años de las autoridades, la desidia social por el fenómeno del descontento social, etc., serán materia de reflexión y debate.
No obstante, me interesa detenerme en esta ocasión en lo que la denominación “guerrilla urbana” (urban guerrilla, urban warfare) tiene de nuevo y de tradicional. Algunos aspectos conviene subrayarlos al amparo de la teoría de la guerra asimétrica y las implicaciones que para el trabajo de inteligencia, básicamente policial, puede tener en la actualidad este fenómeno. La toma de las calles y plazas, el saqueo de los comercios ha sido precedido, de nuevo, por una ventaja estratégica alcanzada por el dominio de la sorpresa en las comunicaciones: el dominio del espacio social que precede a la ocupación del espacio físico.
Recuerdo la impresión que me produjo en su momento averiguar que la magnificencia de las avenidas y bulevares parisinos, con una desorbitante anchura que reforzaba la “grandeur” francesa, fueron más una medida práctica que una mera decisión estética. Era la clase de historia del Arte. Llegábamos en el temario al complicado siglo XIX y las enormes transformaciones que sufrirían los trazados urbanos de las grandes capitales europeas no podían estudiarse sin una explicación determinante y, hasta cierto punto, insultantemente lógica: se habían diseñado así para permitir el rápido desplazamiento de tropas, soldados, caballos y, sobre todo, cañones, de un extremo a otro de la ciudad. Así que, grandeza arquitectónica, sí, pero pragmatismo policial para superar los viejos y recónditos trazados de los casos antiguos que propiciaban toda suerte de ocultamientos, emboscadas y concentración de elementos hostiles por los intersticios de las callejas laberínticas. Esta moda de las grandes avenidas surgió al amparo de las enseñanzas aprendidas de las revueltas y enfrentamientos que se produjeron por numerosas ciudades durante las revoluciones de 1820, 1830 y 1848. Como comenté en un tweet mío anterior (@DiegoNavarroB) también estos movimientos de protesta y violencia se organizaron en redes de grupos clandestinos, aprovecharon las características de las ciudades para moverse entre sus barrios y propiciaron una época determinante en la historia de las barricadas en la Historia Contemporánea. No es, por tanto, un fenómeno actual ni exclusivo de la era twitter. Sólo es preciso acercarse, por enésima vez, a la Libertad guiando al pueblo (a las barricadas), de Eugene Delacroix: gráfico testimonio coetáneo del triunfo de la insurrección de los franceses tras los sucesos de julio de 1830 contra el Borbón Carlos X. Asumir la realidad y las circunstancias que motivaron este cuadro sirven para percatarse de hasta qué punto los movimientos libertarios y revolucionarios del XIX desplegaron una fuerte impronta urbana: la ciudad como campo de batalla.

Vendría casi un siglo después la Revolución Soviética y las escenas recreadas magistralmente por Sergei M. Eisenstein (Octubre, 1928) de los asaltos de las masas armadas al Palacio de Invierno en la antigua Petrogrado, futura Leningrado. Y unos años más acá, la imprescindible batalla de Argel rodada por Gillo Pontecorvo (1965) estremeció al mundo al presentar en formato documental la lucha urbana en los barrios y en la Kasbah de Argel en los prolegómenos de la dolorosa independencia colonial. Un testimonio, por cierto, que sigue siendo objeto de estudio y análisis en las aulas militares de medio mundo como ejemplo de neutralización de la insurrección armada en un escenario urbano muy complejo por la propia fisonomía de la capital argelina. Y, en fin, París de nuevo, sólo tres años después, en que jóvenes y descontentos de toda clase y condición buscaban la arena de la playa debajo de los adoquines en un mayo imperecedero. Para otro día dejo las implicaciones de la lucha del Ejército de Estados Unidos por las calles de las ciudades de Irak. Las batallas de Faluya, Mosul, Tikrit o la toma de barrios en la capital Bagdad arrojaron resultados grabados a sangre y fuego. Momentos dramáticos en la historia de la guerra llevada a las ciudades iraquíes, como fue el pulso mantenido con las milicias al-Mahdi del clérigo Muqtada Al-Sadr por el control de Ciudad Sadr. Pero esta, es otra historia.

Mientras tanto, ¿Qué está pasando en las ciudades de Reino Unido? ¿Qué implicaciones tiene para las tareas policiales la verificación de que algunos planteamientos válidos hace años en materia de violencia urbana ya han sido superados? ¿Cómo afrontar un hecho incuestionable como es que la violencia urbana se regenera y adquiere capacidades nuevas que dejan caducas algunas respuestas que hubieran sido efectivas hace apenas un par de años? En teoría, el foco de la tensión se lleva a cabo por bandas juveniles de muy diversa orientación y credo, de edades muy dispares (se han identificado niños de once años) surgidas al amparo del descontento económico y social de los barrios londinenses, indignados y violentos, sin medios económicos, sí, pero con Blackberrys. Y ahí radica un primer elemento determinante que ha cogido con el pie cambiado a Scotland Yard.
Partamos de la base de que el mítico cuerpo policial no vive precisamente su mejor momento: ¿han sido conscientes los violentos de la falta de autoridad y el vacío dejado por las letales dimisiones del comisario jefe y su segundo como consecuencia del escándalo de las escuchas ilegales del diario News of the World? ¿Han aprovechado estratégicamente esta circunstancia para lanzar en ese contexto y en este momento de debilidad institucional los ataques simultáneos?
Bien, volvamos a las Blackberry. Resulta que uno de cada tres jóvenes en el Reino Unido dispone de una. Twitter, Facebook y las redes masivamente utilizadas por jóvenes fueron una clave en otros momentos. Pero han aprendido la lección: las fuerzas policiales vigilan continuamente estos foros de comunicación. ¿Resultado? La revuelta debe mantenerse, pero con otro medio. Y el fabricante de las BlackBerry “Research in Motion” ha brindado, inconscientemente, un arma excelente para revalidar el carácter determinante, incuestionable y rotundo de la comunicación como factor estratégico para alcanzar el éxito, al menos en sus momentos iniciales de sorpresa y reacción a contrapié de las fuerzas policiales. Porque, además, BlackBerry incorpora dos ventajas que han demostrado ser hábilmente utilizadas: un sencillo servicio de mensajería gratuita entre terminales que han compartido un código previamente y una sencilla pero letal capacidad de encriptación del mensaje de forma automática con el mismo sistema incorporado en los terminales, algo que ha dificultado completamente la tarea de interceptación de comunicaciones de los servicios policiales. Rastrear una comunicación vía telefónica es mucho más sencillo que hacerlo en la web. Se quedan, por tanto, descolgados de la protesta los sms que tanta importancia tuvieron en movimientos y convocatorias espontáneas anteriores al grito de: “pásalo”. Todo ello muestra, a mi juicio, dos claras conclusiones: una: el factor “comunicación” sigue siendo el elemento clave y dos: la capacidad para aprovechar estratégicamente los gadgets tecnológicos por parte de movimientos tal vez dispersos pero cohesionados ante una llamada que actúa como catalizador de un sentimiento de protesta o furia latente.
En última instancia, no está de más consultar algunos títulos que ayudan a comprender las manifestaciones actuales de la guerrilla urbana, tipo de enfrentamiento englobado dentro del conflicto asimétrico y que, a tenor de la frecuencia con la que se producen, está llamado a convertirse en uno de los riesgos y factores de desestabilización más acuciante. El Minimanual de Guerrilla Urbana de Carlos Marighella (2008), se suma al clásico de 1973: Philosophy of the Urban Guerrilla: The Revolutionary Writings of Abraham Guillen de Abraham Guillen. Paralelamente, los recientes manuales de Guerra Urbana de las Fuerzas Especiales (Urban Warfare Special Forces: Protecting, Building, Teaching and Fighting, 2010) y el editado por el Pentágono (Urban Operations Plus Physical Security, 2010) ofrecen nuevas perspectivas para comprender y afrontar un tipo de combate de una complejidad extrema.

Que en un paradigma de C4I (Command, Control, Computers, Communications and Intelligence) la “C” de comunicaciones se alce como el gran triunfador actualmente, es algo que ya habíamos subrayado (@DiegoNavarroB). Lo fue en el transcurso de la gestación y desarrollo de las revueltas del mundo árabe; lo ha sido en la España del 15M, movimiento con el que se podrá estar de acuerdo o no en sus reivindicaciones, pero que ha demostrado sobre todo en los meses de mayo-julio una capacidad de contención de la violencia desatada, frenando posibles derivas agresivas frente a la explosión ocurrida por ejemplo en las ciudades británicas. Y, naturalmente, lo está siendo en Londres gracias a un arma, la Blackberry, cuyo coste por unidad se sitúa muy por debajo de un ejemplar, por ejemplo, del controvertido SA-80 básico, el fusil reglamentario del Ejército Británico, apodado significativamente: “el indeseado”.

Y termino con una analogía de las mías. Ustedes disculpen. No lo puedo evitar, pero bueno, ¿qué esperaban de alguien que inserta una imagen de cañones en la cabecera de su blog?

Los ciudadanos británicos reclaman la presencia del ejército en las calles. El Premier Británico se opone, alegando que la fuerza policial es suficiente. Pensemos, por ejemplo, en el Royal Highland Regiment, los legendarios y temidos BlackWatch (literalmente: Ronda o vigilancia de negro), cuyos miembros conformaron desde 1743 una de las fuerzas de infantería decisivas en las victorias del ejército británico en ese convulso siglo XIX del que hablaba al comienzo: Egipto, Waterloo (mítica fue su defensa del enclave de Quatre Bras el 16 de junio de 1815), Ypres (1917), Baupame (1918), Basora (2004), etc. Hoy, los BlackWatch afrontan los retos de la seguridad y la defensa dentro de los parámetros de la guerra contemporánea. Lo que empieza a ser inquietante es cómo las BlackBerry (bayas negras o, sea, moras en su traducción literal aunque el origen se sitúa, al parecer, en el término empleado para identificar las bolas negras que se ataban a los pies de los esclavos negros) se han convertido, a su vez, en el arma decisiva en manos de encapuchados y descontentos de toda índole que: A: Conocen muy bien la ciudad y sus recovecos; B: Van por delante en su capacidad de movilización y respuesta y, C.: Naturalmente, han entendido que el arma, el medio, es su terminal, su preciada BlackBerry.
Por cierto, curiosidades de la vida: el blog de la empresa Research in Motion que ha sido atacado por los piratas informáticos como respuesta a su ofrecimiento a las autoridades para ayudarles en el control de las comunicaciones desde y hacia las Blackberry está situado en…¡¡Waterloo!! Pero no el original belga, sino el canadiense (Ontario).
DiegoNavarroB.

No hay comentarios:

Publicar un comentario