Ya
está terminado. Y pulcramente editado. Casi cuatro años después.
Durante todo este tiempo he compaginado mi actividad cotidiana docente e investigadora en
la Universidad con la redacción de estas páginas, convertidas ahora ya en realidad, planteadas y culminadas en este libro que ha sido todo un reto personal
profundo. Tanto que, en ocasiones, más lo he considerado una completa regresión
conducente a ajustar las cuentas con mis particulares preocupaciones,
inquietudes y enigmas que una obra creativa. Ese proyecto acaba de ver la luz. Ahora, cuando
tengo encima de mi mesa el ejemplar recién impreso, enviado desde Sevilla con
todo detalle y buen hacer tipográfico por Abelardo y Pedro, experimento una especial
sensación nunca antes vivida. Probablemente también porque nunca antes abordé un
trabajo como éste: bajo esta perspectiva, estilo y registro.
Unos defendieron sus opciones a golpe de fusil. Otros a base de ficha y archivo, control y depuración. Varios de aquellos hombres murieron matando. Yo llevo su apellido.
En este libro he buceado en los procedimientos de control burocrático de la
sociedad que desde 1937 Franco puso en funcionamiento gracias a un proyecto
organizativo sin parangón en España: la recuperación de cuanto documento y
testimonio fuese dejado, abandonado o incautado a partidos, sindicatos, ayuntamientos, unidades militares, ateneos, casas del pueblo, etc., agrupados en el conjunto de las fuerzas de izquierda enfrentadas a Franco. En cualquier localidad, ciudad o villa, los equipos de recuperación de documentos consiguieron
hacerse con un botín de papel que sería determinante para imponer las políticas
de represión, control y depuración política y social posterior.
Fue pronto y fueron unos pocos pero las cifras son elocuentes. Lo cuento en el libro ya que la “Nación Fichada” y su centro localizado en Salamanca constituyó una gesta organizativa en la que fotos, actas, libros, cartas, diarios, registros, informes, carpetas, todo, sirvió de base documental para crear dos millones de fichas de personas desafectas. Se rastreó toda España buscando cualquier papel que contribuyera a cartografiar la desafección con el llamado “Glorioso Movimiento Nacional”, tal y como lo habían denominado desde Burgos y Salamanca. Toneladas de papel llegaban en siniestros convoyes de tren a la ciudad del Tormes. Allí, en oscuras dependencias se procedió a generar las necesarias fichas para determinar la actuación de los enemigos de la "Nueva España".
Fue pronto y fueron unos pocos pero las cifras son elocuentes. Lo cuento en el libro ya que la “Nación Fichada” y su centro localizado en Salamanca constituyó una gesta organizativa en la que fotos, actas, libros, cartas, diarios, registros, informes, carpetas, todo, sirvió de base documental para crear dos millones de fichas de personas desafectas. Se rastreó toda España buscando cualquier papel que contribuyera a cartografiar la desafección con el llamado “Glorioso Movimiento Nacional”, tal y como lo habían denominado desde Burgos y Salamanca. Toneladas de papel llegaban en siniestros convoyes de tren a la ciudad del Tormes. Allí, en oscuras dependencias se procedió a generar las necesarias fichas para determinar la actuación de los enemigos de la "Nueva España".
Pero Morir matando es, además del relato de una investigación, la crónica de una obsesión,
la que ha marcado durante años mi particular universo de
vinculación con la Guerra Civil Española. Una interrelación profunda, íntima,
particular, ya que nace de raíces oscuras y familiares, registrada en historias entrecortadas
que he podido recuperar finalmente. Coincide su publicación con la aparición
casi simultánea del espléndido y rotundo Ayer no más, de Andrés Trapiello. Él sabe cuánto debo a su obra e influencia
(desde las Armas y las Letras hasta el
determinante La noche de los Cuatro
Caminos). Este alumbramiento casi paralelo de ambas me llena de felicidad y respeto
profundo.
***
Todas
las guerras generan sus trincheras. La elección de una de ellas depende de lo
cerca que se quiera estar de la muerte, de la gloria o de la ignominia. En mayo
de 1939, milicianos anarquistas del Servicio de Información Especial Periférico
se escaparon del campo de Albatera. Recorrieron 600 kilómetros para matar al
cacique de su pueblo antes de emprender el exilio francés. Todo salió mal. Uno
de ellos, enfrentado a la Guardia Civil, murió matando. Ese mismo mes de mayo,
con la Guerra Civil finalizada, seguían llegando toneladas de documentos a
Salamanca. Allí, desde otra trinchera, hecha de legajos, sacos de papeles,
máquinas de escribir y turnos de trabajo sin cesar, se completó la mayor gesta
organizativa con fines represivos nunca vista en la España contemporánea: la
elaboración de casi dos millones de fichas personales con las que llevar a cabo
la depuración del Nuevo Estado nacido de la victoria. En una época
preinformática esta increíble planificación, ejecutada por un reducido grupo de
hombres y mujeres, alumbró el mayor archivo de la historia de España con una
implacable finalidad de control social.
Este libro se adentra en aquellos dos
hechos, aparentemente inconexos. Transitar por el registro de la memoria
familiar ofreció resultados inesperados. El control de la sociedad por medio de
la información obligó a deslizarse por la sórdida burocracia represiva de los
bandos enfrentados y mostró la cara más letal de la represión sistemática de
unos y otros. La aplicación de criterios racionales en la organización de la
información hizo posible separar, depurar, reprimir, limpiar, eliminar a
cuantos quedaron excluidos de la ortodoxia, de los parámetros oficiales o de
las nuevas hormas políticas, sociales y religiosas. El III Año Triunfal se
coronó exitosamente al crear la "Nación fichada", concepto que desarrollo en este libro, cuyo germen se localizó en la
ciudad de Salamanca. En última instancia, la elección de una trinchera u otra
se llevó a cabo por medios y recursos muy dispares para contribuir a la victoria
final: a golpe de disparo o de ficha.
DiegoNavarroB.
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