martes, 17 de enero de 2012

¡Señores! Al Congreso




¿Qué es un Congreso, para qué se organizan y por qué acudimos a ellos? 

Hace años, un compañero de la Universidad de Barcelona me recomendó la novela de José Luis Sampedro titulada Congreso en Estocolmo para responder a alguna de estas preguntas. La historia del protagonista, catedrático de universidad invitado como ponente hasta la ciudad nórdica, derivaba en una historia de amor allí en las gélidas tierras suecas. El caso es que la novela incluía pinceladas perfectamente reconocibles de la dinámica de estos eventos que, sin importar dónde se celebren, responden a pautas académicas, sociales y protocolarias por todos aceptadas y normalizadas. Con independencia de que la delegación de expertos alemanes coincida con la japonesa o la española, todos sabemos que en un congreso, las cosas son como son y  se hacen como se hacen. Hay congresos de todos los tamaños, formas y colores. Los hay internacionales, a la americana (Véase el que me llevó hasta Chicago), con miles de participantes, cientos de mesas redondas y paralelas, actividades de toda clase y una toma de la ciudad y sus hoteles al asalto que imagino dejará pingües beneficios al gremio hostelero local. Los hay nacionales, modestos y los hay de tercera. Congresos donde uno va a simplemente presentar su cosa el día que le toca y sale huyendo y otros en los que prefiere quedarse y aprender de las múltiples intervenciones. Porque un congreso es, ante todo, un acto social de intereses temáticos compartidos. Un foro en el que muchos vienen a ver y a oír y a ser vistos y oídos. Después de muchos congresos y seminarios a mis espaldas, sigo pensando que varios de los momentos más relevantes y  que de verdad consiguen articular relaciones sociales fructíferas (el célebre networking) se producen fuera de la sala de conferencias.



Todos los días, camino de las sedes del Congreso, la torre del mítico edificio Wrigley y la Marilyn gigante nos ofrecían sus particulares encantos.


El que me trajo hasta la elegante y sofisticada ciudad de Chicago hacía en realidad el número 126 de los organizados por la American Historical Association. Recibí la invitación gracias a mis queridos colegas y amigos Filippo de Vivo (Berbick, University of London, autor de un magnífico estudio sobre el control y uso de la información en la Venecia moderna) y Jacob Soll, a quien debemos una extraordinaria biografía de Colbert, secretario de Luis XIV y artífice de un sistema de información abierta y secreta insuperable. Tres macrohoteles tomados en la ciudad, cinco mil participantes, cuatro días  de sesiones, más de 120 mesas paralelas... En fin, toda una experiencia y una gesta logística poner en orden semejante reunión.

 
Peter Burke, Diego Navarro, Markus Friedrich y Diogo Ramada Curto durante la sesión del Congreso organizado por la American Historical Association: Secret State Information in Early Modern Europe,Chicago, sábado 7 de enero de 2012.  Falta Arndt Brendecke que tuvo que ausentarse antes de concluir la sesión por razones de horario de su vuelo.
Mi intervención se centraba en la formalización del sistema de inteligencia de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII. Existía un aliciente que para mí tenía una gran trascendencia y era que el profesor Peter Burke (University of Cambridge), probablemente el mayor experto en historia cultural de los siglos modernos en la actualidad, sería el encargado de comentar nuestra sesión. Su Historia Social del Conocimiento sigue siendo una de las obras que más influencia han tenido en mi actividad docente e investigadora. Asimismo, su estudio comparado entre las pujanzas de dos ciudades poderosas en la época como Ámsterdam y Venecia o su apasionante ensayo sobre la cultura visual contemporánea o el peligro de los rumores y la falsa información,  entre otras muchas contribuciones, siguen siendo referencias imprescindibles para el historiador de la información. Precisamente la sesión en su honor que abrió el Congreso llevaba por sugerente título How to write a History of Information? materia de enorme interés para mí. Anthony Grafton, presidente de la AHA y autor de un gran número de trabajos sobre la historia del libro, la lectura y las bibliotecas en los siglos modernos y Anne Blair, autora de un magnífico libro titulado expresivamente: Too much to know, se ocuparon de glosar el perfil del profesor Burke aquella primera noche de congreso.

Fue una sesión extraordinaria, tanto en fondo como en forma. Además, pudimos consultar la recientísima edición inglesa (enero 2012) de la esperada segunda parte de su mencionada obra. La adquirí inmediatamente en la impresionante exhibit o feria de libro especializado en Historia que se organizó como actividad paralela a las sesiones del congreso. En nuestro caso, la mesa se centró en el siguiente tema: Secret State Information in Early Modern Europe. En la tarde del sábado 7 de enero nos congregramos en la sala reservada del hotel Sheraton Diogo Ramada Curto (Universidade Nova de Lisboa), Arndt Brendecke (University of Munich), Markus Friedrich (Johann-Wolfgang-Goethe-Universität), Peter Burke (Emmanuel College, University of Cambridge), y quien escribe estas líneas.

Comprender el fenómeno de la información y sus redes, así como las particularidades de la dicotomía entre apertura y secreto a través de los ejemplos europeos aportados por los ponentes me permitió ampliar algunos horizontes que yo venía identificando para el caso de la Monarquía Hispánica desde finales del siglo XVI. En suma, un gran momento para revitalizar el estudio y las aportaciones en torno a los modos en los que la información y su comunicación fluyó de manera abierta o encubierta por los múltiples escenarios del poder moderno.

  
Sin comentarios

Tras unos días más en tierras estadounidenses, nada más aterrizar en España leo en los obituarios (16 enero  El País) que el espía soviético Gevork Vartanián ha muerto. Yo, la verdad, desconocía su existencia. No puede conocer uno a todos y cada uno de los Vartanians habidos y por haber. Su rocambolesca historia de sombras y destinos exóticos le haría merecedor creo yo de un puesto de honor en las mismas vitrinas y salas del  célebre Spy Museum que visité en Washington el jueves pasado. Un museo que, dicho sea de paso, resulta de lo más atractivo, sugerente y entretenido.



También sin comentarios

Pasó gran parte de su vida activa como agente secreto en Irán, justo el mismo país en el que acaba de ser asesinado Mustafá Roshan, otro científico nuclear en lo que parece un nuevo caso de eliminación selectiva de expertos vinculados al programa de enriquecimiento de uranio.Y van cinco. Muchos ven la alargada sombra del Mossad y sus Kidon en el asunto. Incluso se apunta a una peligrosa deriva entre servicios secretos  supuestamente aliados, como consecuencia de la sospecha de que se trate de un nuevo caso de false flag o actuación de un servicio fingiendo pertenecer a otro: en este caso, como sugiere Javier Valenzuela, el Mossad haciéndose pasar por la CIA. 

Bien, como decía, Teherán, Italia, Francia, Grecia, etc., fueron los escenarios donde este espía clásico desarrolló sus capacidades y dotes. Hablaba más de 8 idiomas a la perfección. Estaba dotado de una capacidad camaleónica para el disfraz y el cambio de apariencia e identidad (disguise) y contribuyó a desbaratar el plan del servicio secreto alemán de asesinar a los tres mandatarios que acudieron a la conferencia de Teherán en 1943. Probablemente Stalin y sus agentes, entre ellos el propio Vartanian, contribuyeron a que Roosvelt y Churchill siguieran vivos. 


De nuevo, historias del más viejo y clásico espionaje, como la que ha saltado a las pantallas en estos mismos días de forma magistral como adaptación de la no menos clásica novela de Le Carré. Y es que el Topo (no perderse la web de la película, realmente atractiva, con código secreto de acceso incluido! Es el 160911) integra no sólo buen cine de género sino una posibilidad nada desdeñable: el estudio comparado de dos aportaciones cinematográficas ejecutadas desde las dos trincheras, desde los dos frentes silenciosos: la inteligencia occidental y la comunista durante los años de plomo de la Guerra Fría. Para ello es necesario contrastar los resultados de este Topo de Le Carré dirigido por Thomas Alfredson con el soberbio ejercicio que ya nos brindase el director Florian Henckel von Donnersmarck en su imprescindible La vida de los otros. Aconsejo, además, vincularlas con las nada despreciables películas ambientadas recientemente en esa misma época como El Caso Farewell, título que ya comenté en este mismo blog en su momento. Eso me hace pensar en un interesante e hipotético ciclo de "Nuevo Cine de Viejos espías" que tendría, a mi juicio, un notable interés.


Espiar desde Occidente las actividades de los comunistas y, viceversa, espiar desde la órbita comunista a los occidentales en un ejercicio que marcó la vida europea e internacional durante cuarenta años y jalonó  el devenir y la identidad contemporánea de algunas de las ciudades vinculadas históricamente a este capítulo de la historia del espionaje: Washington, Londres, Roma, París y sobre todo, Berlín. Todas ellas configuraron la nueva (o antigua, según se mire) geografía del conocimiento secreto. Concepto que, precisamente Peter Burke, tanto ha estudiado en sus obras anteriormente mencionadas para los siglos modernos.

En fin, meros apuntes a modo de pinceladas de un viaje por Estados Unidos que, si tengo tiempo y ganas, comentaré de manera más pormenorizada otro día.

Por cierto, hablando de congresos: no lo olviden: el Tercero Internacional sobre Inteligencia se celebrará en Barcelona en noviembre. Estamos en ello. En breve, más información. 

Diego NavarroB.
 


1 comentario:

  1. Una bitácora muy interesante. Digna de ser "espiada" con frecuencia. Con permiso del Dr. Navarro, por supuesto. Relatos curiosos con un buen narrador. Sin duda, seguiré "al pie del cañón" desde la gélida ciudad de Burgos.

    Saludos de "La espía que vino del frío".

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