miércoles, 14 de septiembre de 2011

Vuelta a clase: apuntes sobre un clásico en la 3ª edición del Máster en Analista de Inteligencia



Septiembre es siempre un mes que tiene una capacidad de evocación sensorial muy particular: fin del verano, comienzo de las tareas cotidianas, calor en suave retirada, preludio de otoño y lluvia tras los cristales. Se diría que tiene color, olor y sabor propios. Coincide esta apreciación sinestésica con una cita fundamental en nuestra agenda de Estudios en Inteligencia en España. Esta semana daremos comienzo a la tercera edición del Máster en Analista de Inteligencia, consolidando así un proyecto iniciado hace más de cuatro años cuando desarrollamos la planificación de contenidos, asignaturas, profesorado y logística. Si normalmente es complejo acometer una tarea así en el seno de una única universidad, podemos imaginar todo el esfuerzo duplicado al tratarse de un Máster Interuniversitario, ofertado de manera integrada por la Universidad Carlos III de Madrid y la Universidad Rey Juan Carlos. 
 
El fundamento para abordar una empresa de este calado dentro de la universidad española lo veníamos estudiando, en realidad, desde mucho antes: dotar de naturaleza científica y académica los estudios en inteligencia. Y, más concretamente, la necesidad de oficializar desde la universidad pública española una formación especializada en análisis de inteligencia que configurase perfiles profesionales altamente cualificados. Después de ver tituladas a dos promociones de alumnos formados en nuestras aulas, de compartir la satisfacción por ver los avances y verificar la alta demanda de este proyecto con un lleno por tercer año consecutivo, septiembre me parece el momento propicio para compartir algunas ideas y reflexiones que vienen a continuación.

Una de las tareas fundamentales en los primeros compases del curso va a consistir en la presentación, revisión y estudio de la doctrina, las fuentes y la bibliografía imprescindible y recomendable para afrontar el estudio de las materias desplegadas en los siete módulos. Conocer las obras de referencia en un área de conocimiento (bibliografías, glosarios, diccionarios, enciclopedias, etc.) se torna una tarea imprescindible para cualquier especialista. A continuación, habrá que subrayar el interés que manuales y tratados en materia de inteligencia ofrecen para determinar el necesario avance científico en materia de inteligencia, incorporando las bases de la doctrina histórica: en suma, avanzar hacia el futuro incorporando y procesando los logros (y también los errores) del pasado.

Traigo a colación estas ideas como consecuencia de la revisión que hago ahora de una obra considerada durante décadas como fundamental y, hasta me atrevería a decir, fundacional de un modo de entender la inteligencia y las relaciones de poder dentro de la seguridad y la defensa nacional. En suma, es mi personal presentación “bibliográfica” ofrecida a los lectores y, especialmente, a los nuevos alumnos de nuestro Máster, para que comiencen a crear su propio archivo de lecturas y fundamentos. Bien, tomemos nota.


 
Manchester. 10 de mayo 2000. Los agentes de la policía británica que acaban de entrar en el inmueble han tenido que emplearse a fondo para localizar el ordenador. Finalmente, ha aparecido. De manera eficiente y rápida han introducido el equipo en una caja precintada y han podido rellenar la etiqueta descriptiva preceptiva en estos casos: datos del objeto, lugar y fecha, código asignado. Han cerrado la puerta y se han marchado en los vehículos oficiales. Horas después, cuando los criptoanalistas han desentrañado la cifra empleada para su protección y el contenido ha empezado a ser traducido por el grupo de expertos en lenguas arábigas, han saltado las alarmas. Ese fichero empieza a arrojar resultados que superan la mera acumulación de simples registros, listas, datos o instrucciones. Páginas y páginas, hasta ¡5000! Esto obliga a los expertos a permanecer durante días frente a las pantallas, anotando, describiendo, analizando. 

A diferencia de lo que ha sido habitual en los últimos registros policiales, esta célula islamista tenía en su poder un completo manual que ha permitido entender a las fuerzas antiterroristas mucho de la doctrina, fundamentos y orientaciones para convertirse en un Perfecto Yihadista. El documento, considerado un clásico y una pieza de enorme valor para los expertos en inteligencia desde entonces lo había custodiado Nazih Al Wadih Raghie, miembro de Al Qaeda en Reino Unido.


Hace once años de aquello. Y algunas consideraciones, ahora que se asiste a las conmemoraciones del décimo aniversario de los atentados del 11-S con sus revisiones y replanteamientos sobre lo que se ha avanzado desde entonces, siguen vigentes. Pero la lectura atenta de este “Manual” continúa ofreciendo datos de enorme interés para comprender las motivaciones y la doctrina que, en materia de inteligencia, manejaban los propios terroristas. Avanzando página a página me di de bruces con una referencia de enorme significación. Para configurar su propio esquema de inteligencia, los yihadistas acudían a las obras de referencia de la inteligencia occidental y, más concretamente, leían y comentaban títulos considerados clásicos en la materia. Fue ahí donde apareció el nombre de Allan Dulles, director de la CIA y autor del libro que a continuación comento.



Allen DULLES The Craft of Intelligence, N. York; Evanston; London, Harper & Row, 1963, 277 páginas.


 Tengo muy vivo el recuerdo del día y las circunstancias en que adquirí este libro. Fue en octubre del año 2003 y el precio sigue pareciéndome una de esas felices ocasiones en que la fortuna sale a tu encuentro. Me encontraba desarrollando una estancia de investigación en la prestigiosa School of Information de la University of Michigan. Como todos los lunes, acudí a la Benzinger Library animado por el mercado de libros de muchas manos que la biblioteca ponía a disposición de quien quisiera desembolsar un par de dólares por cada título. Ejemplares descatalogados, quitados de la circulación, apenas consultados en años de existencia, acababan así, de una manera modélica, a disposición de quien los acogiese: no había sitio para ellos y el que ocupaban resultaba ser un bien demasiado precioso para desaprovecharlo. Sus huecos serían ocupados por nuevas adquisiciones. Cuando leí en el lomo del libro la palabra Intelligence pensé primero en otra obra de psicología pero inmediatamente me percaté de la pequeña joya que tenía en mis manos: una edición original del clásico de Allen Dulles y durante décadas, libro de cabecera para comprender qué era la inteligencia, sus estructuras, funciones y fundamentos en el momento crítico del enfrentamiento bipolar. En suma, un producto típico de la doctrina de inteligencia inherente a la Guerra Fría.



 Aspecto exterior de la School of Information, University of Michigan (Octubre de 2003). En la biblioteca de esta Universidad me topé con el legendario Dulles y su libro.


El contexto cronológico en el que nace toda obra resulta fundamental para comprender las motivaciones y circunstancias que le acompañan y definen. Siendo esto cierto con cualquier caso, en el libro de Allan Dulles este axioma se multiplica exponencialmente Porque pocos libros como éste han marcado con tanta intensidad la doctrina sobre inteligencia y han definido un período clave en la historia de la inteligencia como fue la Guerra Fría. Hasta que, décadas después, las referencias al libro de Dulles permiten concluir que esta obra fue leída y estudiada como obra de consulta por los islamistas radicales de Reino Unido en un registro policial.

Pero hagamos un poco de memoria. El presidente Roosevelt afrontaba el segundo año de la Segunda Guerra Mundial. Para hacer de la inteligencia una actividad sistemática y organizada con criterios de eficacia, eficiencia y profesionalidad llamó al coronel Donovan. Él iba a ser la persona elegida por orden presidencial para darle forma y andamiaje normativo a un nuevo organismo de inteligencia: nacía la OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos, precursora de la CIA cuya historia llevada al cine bajo el título de El buen pastor ofreció un retrato fiel de aquellos años. Cuya historia, la de la CIA, fue abordada por Tim Weiner en su Legado de Cenizas, un libro de enorme repercusión internacional que no fue inmune a aplausos y críticas. Fue Donovan quien, a su vez, llamó a un joven Allen Dulles para unirse a la organización en la que permaneció hasta el final de la guerra. De él, dijo Dulles, que fue el “padre de la moderna inteligencia estadounidense”.

A partir de ese momento, Dulles, un brillante jurista nacido en el seno de una familia acomodada y con buenos nexos en los pasillos de Washington, intervendrá activamente en el bienio 1945-1947 aportando un sólido conocimiento jurídico y técnico para la creación del armazón legislativo que daría fundamento y consistencia legal a la CIA: había nacido la Agencia. Muchos de los datos necesarios para hacerse una idea cabal de esta figura señera de la historia contemporánea de la inteligencia occidental pueden rastrearse en varias biografías, como la de James Srodes[1], Peter Grose[2] así como en la obra colectiva coordinada por Neal H. Petersen[3]. Su porte aristocrático con su inseparable pipa así como su condición de descendiente de varios secretarios de estado de su país fueron solamente dos de las características externas de un hombre completamente involucrado en los prolegómenos de la creación de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Fue el primer director civil de la CIA y trabajó en la administración de cuatro presidentes: Roosevelt, Truman, Eisenhower  y Kennedy.

El principal éxito de Dulles durante la Segunda Guerra Mundial como oficial de inteligencia destinado en Suiza fue captar al diplomático alemán Fritz Kolbe, quien le suministró valiosos informes sobre las redes de inteligencia alemanas así como detallados planos del primer avión a reacción del mundo: el inigualable  Messerschmitt Me 262. Posteriormente, los años 50 y 60 convierten a Dulles en ideólogo e impulsor de numerosas operaciones, muchas de ellas controvertidas, para derrocar regímenes desafectos a los intereses americanos (Irán, Congo y la eliminación de Patricio Lumumba, Guatemala, etc.), incluyendo la fallida invasión cubana en Bahía de Cochinos.

Subyace en toda la obra el interés por destacar una continuidad temporal, por establecer unas raíces o una identidad estadounidense de la inteligencia en Estados Unidos como línea temporal unitaria. Es el contenido del capítulo 3: “The evolution of American Intelligence”. La principal contribución del libro de Dulles es la sistematización del trabajo de inteligencia, prefigurando con precisión el fundamento del ciclo de inteligencia y la completa expresión de sus fases que Sherman Kent había explicitado años antes en su también imprescindible Strategic Intelligence for American World Policy, Princeton University Press, 1949.

Eso sí, no será hasta el capítulo 7 “Planning and Guidance” cuando se explicite la primera de las fases: determinar objetivos, marcar prioridades, identificar requerimientos por el gobierno de los Estados Unidos y preparar las directivas: “The best planning and the best guidance cannot, of course, foresee everything. No intelligence service and no intelligence officer rules out the possibility of the random and unexpected and often inexplicable windfall”. 

El capítulo 4: “The Intelligence requirements of a free society” incide en el contexto y la situación de una América presentada como una nación asediada por la Unión Soviética y por China con sus estrategias de desgaste por todo el mundo, basadas en la subversión, el sabotaje y la inoculación masiva y mundial del ideario comunista. Ese archienemigo fue detallado en el capítulo 8 “The main opponent”, donde a lo largo de casi cuarenta páginas se estudian las características, evolución y funcionamiento de los servicios de inteligencia de la Unión Soviética.

En nuestros días, la consideración del factor inteligencia como capacidad preventiva de primer orden en la lucha contra el terrorismo es un argumento en absoluto original. La lectura del siguiente párrafo demuestra la valoración dada a las capacidades de inteligencia dentro de las herramientas y estrategias de anticipación y conocimiento aplicado. Y aún más, sorprende la reflexión siguiente sobre la necesidad de hacer de la inteligencia un ámbito conocido, una fuerza no escondida en las entretelas del secreto a ultranza, sino ofrecida como músculo de la potencia estadounidense frente a la amenaza comunista internacional y, por supuesto, no considerarla como un tema tabú o del que es mejor no hablar.

La división del ciclo de inteligencia en fases idealmente articuladas, pone el acento en la fase de obtención y en la clasificación de fuentes de información a lo largo del capítulo 5: “The task of collection”. Existe ya entonces una clara conciencia del valor de las fuentes abiertas de información (OSINT) que se combinan sinérgicamente con las fuentes clandestinas, especialmente HUMINT con sus particulares técnicas de infiltración, influencia, captación y coordinación de redes de agentes. La contraposición entre HUMINT y SIGINT ocupa el capítulo siguiente en el que se abre una interesantísima reflexión sobre el papel de la técnica, de la creciente automatización y tecnologías aplicadas a la elaboración de inteligencia durante aquellos años sesenta. En “Collection: when the machine takes over”, Dulles preludia de manera inequívoca la situación que los avances tecnológicos van a provocar en unos años, creando fricciones entre las capacidades tradicionalmente asignadas a la inteligencia humana y las derivadas de una creciente tecnología SIGINT. 


En este proceso imparable de automatización y procesamiento de la información, se vislumbra asimismo el inicio de una profunda carrera por la aplicación de capacidades tecnológicas que marcará treinta años después a la sociedad de la información. En el caso de las agencias de inteligencia, la tecnología más avanzada no podría sustituir las capacidades humanas, argumento que sigue manteniendo su vigencia en nuestros días: “We are under no illusions that these machines improve the nature of the information. This will always depend on the reliability of the source and the skill of the analyst. What machines can do, however, is recover quickly and accurately from the enormous storehouse of accumulated information such past data as are necessary for evaluating current information”.

Si el asunto central era determinar cómo la inteligencia es efectiva y realmente utilizada, es decir, cómo el listado de receptores de productos de inteligencia final (intelligence briefs, bulletins, etc.) incorporaban el resultado de las agencias de inteligencia en sus procesos decisionales, el capítulo 12 “How intelligence is put to use” ofrece no pocas respuestas. En él, Allen Dulles incluye un estudio detallado del papel de los niveles de recepción de inteligencia, incluyendo asimismo las funciones de cooperación y coordinación entre agencias con sus respectivos oficiales de enlace, aspectos que alcanzarán una dramática revisión como consecuencia de los fallos estructurales de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos después del 11-S. Ahora bien, ¿cómo hacer el trabajo y, especialmente, quién debe llevarlo a cabo? ¿Cuáles son los requisitos, las características y los fundamentos del perfil del profesional de la inteligencia? ¿Qué enseñanzas, del conjunto de experiencia acumulada inmutable a lo largo de las décadas puede aportar este capítulo a la hora de comprender las capacidades de los actuales analistas y expertos en materia de inteligencia? Ese “man on the job” que se estudia en el capítulo 13 afronta cuestiones de enorme trascendencia en aquel momento que seguirían siéndolo hasta superar nuestros días: composición civil/militar de expertos en agencias de inteligencia, principios de selección y reclutamiento así como las cualidades exigidas y exigibles a un buen oficial de inteligencia. Una especie de código de conducta y guía de habilidades, competencias y aptitudes exigibles:

Be perceptive about people; be able to work well with others under difficult conditions; learn to discern between fact and fiction; be able to distinguish between essentials and non-essentials; possess inquisitiveness; have a large amount of ingenuity; pay appropriate attention to detail; be able to express ideas clearly, briefly and, very important, interestingly; learn when to keep your mouth shut. I would add to this list certain other qualifications, desirable in a good intelligence officer, which have less to do with working ability than with attitudes and motives. A good intelligence officer must have an understanding for other points of view, other ways of thinking and behaving, even if they are quite foreign to his own. Rigidity and closed-mindedness are qualities that do not spell a good future in intelligence.


Creo, para concluir, que no son pocas las lecciones incluidas en esta obra clásica perfectamente aprovechables. Muchas quedaron atrás, al pie de un muro que dividió el mundo en dos esferas de influencia. Dos mundos en cuyas sombras se cimentaron los fundamentos de la inteligencia contemporánea. Sin embargo, el trabajo nuclear y los principios mantienen, en gran medida, su vigencia y actualidad. A partir de mañana, en el aula, veremos hasta qué punto.


Diego NavarroB


[1] James Srodes, Allen Dulles: master of spies, Washington, Regnery, 1999.
[2] Peter Grose, Gentleman Spy: the life of Allan Dulles, André Deutsch, 2006.
[3] Neal H. Petersen (ed.), From Hitler´s Doorstep: The Wartime Intelligence Reports of Allen Dulles, 1942-1945, Pennsylvania State University Press, 1996.

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